miércoles, 21 de septiembre de 2011

Soviéticos sin viáticos

‘Todovich, absolutamente todovich tiene un porqué. ¿Por qué?, pues porque todovich, absolutamente todovich tiene un para qué; eso que ni qué’.

Inmortal frase del científico soviético Igor Dovsky Bichorárovich, al definir el término ‘ciencia’, durante la apertura del Simposio Qué recia es la razia en Rusia, efectuado clandestinamente en Petrogrado (a un grado bajo cero y sin petróleo), poco antes de la caída del último Zar de la dinastía Romanov, Nicolás II.
Pero...
¿Qué habrá querido decir Bichorárovich?... O mejor dicho, ¿Qué dijo?... para muchos – me incluyo - insinuó que no es suficiente el conocer el nombre de las cosas; lo verdaderamente importante es saber qué son, por qué se llaman así, y, más que nada, para qué sirven.
Bichorárovich puso como ejemplo la palabra ‘anatomía’, cuando uno de los espectadores le pidió que diera un ejemplo que saltara a la vista (y la anatomía de cualquier ser humano es lo primero que salta a la vista, en especial si ese ser humano es mujer y está llena de curvas y de montículos).

* Esta es su ponencia completa (traducida al español por Leo D’tocho Morocho, traductor portugués new age  avecindado en Madrid, España).

– ‘La palabra anatomía, de acentuación grave, está compuesta por los siguientes elementos lingüísticos, queridos camaradas: los nombres propios ‘Ana’, y ‘Tom’, y el pronombre posesivo ‘mía’.
Bien. Lo verdaderamente relevante es... qué es y para qué sirve. Bueno, sirve para saber que el involucrarse con la anatomía de una mujer casada (Ana), puede despertar los celos del marido (Tom), quien declarará, hecho una furia ‘esta mujer es mía’, mientras dispara, o mientras blande tremendo machete frente a la ancha y choncha humanidad del sancho. ¿O me equivoco, tovarich Gregor Efimovich, Rasputín’?

– ‘No ha llegadovich’ – se le informó.
– ‘No importochnik’ – afirmó.
– ‘Vientovich’ – se le animó.
– ‘¿Quedó clarovich?’ – preguntó.
– ‘Cínchovich’ – se le respondió.

Continuó...

– ‘Ana, mujer de curvas esculturales.
Tom, hombre de celos irracionales.
Mía, no tuya; mía, pronombre de consecuencias fatales entre los inmorales mortales que se quieren pasar de vivales, convirtiéndose en animales rivales fuera de sus cabales y de sus huacales, que lo único que quieren es hacerle de chivo los tamales y echarles las sales a tales vales. Pero, vayamos más allá, camaradas, vayamos más allá’.
(En ese momento, todos sus colegas y público en general se reacomodaron en los asientos de las filas de hasta atrás de la sala de conferencias).
– ‘Daré un ejemplo más claro: el cerebro. ¿Por qué se llama así? ¿Qué es? ¿Para qué sirve? Se llama así porque la vida misma y la mente empiezan desde cero, aunque estemos a varios grados bajo cero... pero, una vez concebidas, poco a poco ambas – vida y mente – van creciendo, hasta convertirse en ríos caudalosos de intrincadas corrientes e insondables recovecos, como el Ebro, río español.
Cer, de cero, y  Ebro. Ahí está la hebra conductora. La obra creadora que se abre ante nuestros ojos.
¿Y qué es eso de vida y mente?, se preguntarán ustedes. Pues precisamente eso; seso, a veces soso, pero seso al fin y al cabo, hasta que cesa. Bueno, ¿Y para qué sirve?, se volverán a preguntar. Sirve para pensar, o para no pensar, depende del usuario, es decir que hay seso en uso y seso en desuso. Sirve para imaginar que estamos con Ana pero sin Tom; o para soñar con Ana, sin que se entere Tom, aunque claro, también puede servir para buscar la manera, es decir ingeniárselas, de estar con Ana, sin que lo sepa Tom, para poder decir: ‘Ana, ahora que no está Tom, al fin serás mía’. ¿Lo ven? los tres elementos, Ana, Tom, y mía, redistribuidos, o distribuidos en forma diferente, menos peligrosa y mucho más gozosa. Y todo gracias a la mente’.
(Un ¡Ohhhhhh! de asombro se dejó escuchar por toda la sala).
En ese momento, Tatiana Sputnik se levantó de su asiento y dijo que, o iba al baño de inmediato, o le reventaban los riñones. Bichorárovich le dio permiso y continuó con su exposición.
– ‘Otro ejemplo son los riñones, esos órganos glandulares que sirven para secretar la orina, vulgo pipíf o miadovskys, como seguramente lo estará experimentando en estos momentos la camarada Sputnik. Miren ustedes. Riñón es el aumentativo de riña, pelea, jaleo, trifulca, como las que arman los Hooligans ingleses, o como el agüita de riñón que tanto gustan de echarle al respetable los fanáticos mexicanos, cuando su equipo (el Atlante) va perdiendo. ¿Alguna dudayev respecto al río Ebro?’ – preguntó y bebió un poco de agua mineralovich, mientras los asistentes comentaban entre sí y escribían algunas notas –. ‘Si a alguno de ustedes le queda alguna duda respecto a lo caudaloso del río, pregúntenle a la camarada Sputnik al respecto, porque si no ha regresado, es justamente por lo mismo’.
– ‘Tovarich Igor Dovsky’ – habló Iván Padentrovich, líder de los bolcheviques acantonados en Ekaterimburgo – ‘Nos has dejado con el ojo cuadradoyev, así que te preguntaré... ¿Qué onda con los ocláyovich, o sea los de apipízcayev?’
– ‘¿Cuantos ojos tienes, camarada?’ – le preguntó Igor.
– ‘Dos, tovarich, pero esa información ya la sabía desde chamácoyev’.
– ‘Dime Iván, ¿Qué es lo que más te gusta mirar en el mundo?’
– ‘Las niñas, tovarich’.
– ‘¿Lo ves?, gracias a las niñas de tus ojos, puedes ver a las niñas rusas bañándose en el Neva, o en el Volga’.
(Otro ¡Ohhhhhhhhh! de admiración retumbó en el salón de conferencias).

Bichorarovich retomó la palabra.

– ‘La Historia no miente. Una de las carabelas de Colón se llamó precisamente así: La Niña. ¿Por qué? pues porque para descubrir un continente hay que tener ojo avizor, ya que en caso contrario, la tierra se hace ojo de hormiga, o de chícharo’.
‘Tú eres un sabio, Igor’ – gritó desde su asiento Tamara Villosof, maestra de ballet.
– ‘¿Y las otraaas dos carabelasssss?’ – preguntó el cosaco Vladismirnoff Chúpayev antes de eructar.
– ‘Camarada Vladismirnoff Chúpayev, la Pinta fue bautizada así para perpetuar las palabras de la Reina Isabel...“Esto del viaje pinta bien”. La tercera embarcación debe su nombre a la frase expresada por el Rey Fernando, quien al ver el presupuesto del viaje dijo...“¡Santa María!”, antes de caer desmayado’.
(Los presentes se pusieron de pie y le aplaudieron a rabiar. Pavlova Doblepechúgavich organizó una porra mientras Chúpayev hacía como que se le caía algo para darle un buen llegue a su pata de elefante).

–‘¡Siquitiquiev a la bim bom boff!
¡Siquitiquiev a la bim bom boff!
A la biev a la baov a la bim bom boff...
Bichorárovich, Bichorárovich... ¡Ñet ñet ñet!’

La Orquesta de Cámara de Llanta de Moscú irrumpió en el escenario y comenzó a interpretar “Ochi Chornia”, haciendo llorar a más de treinta presentes, entre ellos al propio científico, quien de inmediato le pidió la pieza a Pavlova Doblepechúgavich. La pareja bailó toda la noche. Los cosacos destapaban docenas de botellas de vodka y engullían galletitas con caviar, al ritmo de las rapsodias de Liszt y de los conciertos de Rachmaninoff, interpretados magistralmente por los músicos moscovitas. Tamara Villosof fue como cinco veces al baño, acompañada de Rasputín, que llegó justo cuando la orquesta tocaba la introducción de ‘Kazachoff’ (la versión rusa del ‘Mariachi Loco’).

Algunas horas después, cuando los músicos se tomaron un merecido descanso (el, séptimo, de hecho), el director de la Casa de Salud “Taradovichkaya”, de nombre Mijhail Dimadrev, pidió a los loqueros que llevaran a los internos a sus aposentos.

El Día del Niño había terminado en las estepas siberianas.



Soviéticos sin viáticos

Dedicado a la ensalada rusa,
más sabrosa y menos peligrosa
que la ruleta del mismo nombre.

Ignacio Ernesto Jaime Priego
Junio de 1994/2002

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