sábado, 5 de marzo de 2011

Ese insecto infecto

I

No hay mujer que no sienta repulsión al ver una cucaracha en la cocina de su hogar (para ellas es hogar), o al ver llegar a su esposo como araña fumigada tras haber asistido a la ‘comida de la oficina’.
Por su parte, no hay hombre que no experimente un terror exagerado al ver una tarántula en su casa (sin contar ni a la esposa ni a la suegra cualquier fin de semana).
No hay mesa de restaurante en la que no se critique la siempre nefasta actuación de los grillos de la política nacional e internacional: que el gober precioso, que su compadre el pederasta, o que el ex gober ladrón, o que el ex candidato tramposo.
¿Sí?
Pues como dijera Freud… ¡Pamplinas!
Lejos de odiarlos o de sentir asco o repulsión por los insectos y por los animales, el hombre y la mujer los admiran, tanto, que poco a poco los han ido incorporando, adoptando y adaptando a sus leyendas, a sus costumbres, a sus culturas, a sus léxicos y lo más importante: a sus vidas diarias.
Varias de sus piezas molares se llaman caninos, en clara referencia al ‘perrus hambrientus y ladrantis’.
No hay varón que no tenga ojos de pescado ni ser humano que no desarrolle las temidas patas de gallo.
Hay algunos empleados que dedican su vida laboral al robo hormiga, haciendo de paso el oso cuando los cachan in fraganti e in freganti.
Por su parte, las damitas desean lucir cinturitas de avispa, cuerpos de sirena y poses de vampiresa (aunque sólo luzcan piernitas de pollo) frente a los cara de niño.
Actualmente, y en pos de una condición física inmejorable y de un cuerpo envidiable, ellos y ellas corren como potros desbocados por los parques hasta que les da dolor de caballo.
¿Qué niño, qué padre, qué abuelo no adora las canciones de Cri crí, el grillito cantor?
¿En quién se inspiraron los Beatles (los escarabajos) para ponerse ese nombre?… pues en los Crickets (los grillos, los saltamontes)  de Buddy Holly.
Mas, para despejar cualquier duda que pudiese saltar como liebre, remontémonos hasta el origen de todas las cosas.


II

¡ZZZZZOOOOMMMMMMMMMM…..!
Ya estamos ahí.
Qué gran oscuridad.
¡BBBBBOOOOMMMM!
¿Algún oleoducto de Pemex en Guadalajara o en Veracruz?
No: la Creación.
Una cegadora luz deslumbró hasta los rincones más recónditos del universo.
El fragor y el resplandor permanecieron suspendidos y activos durante millones y millones de años, girando en la nada.
Cuando el silencio volvió a reinar, el Creador se asomó al balcón del paraíso.
Ahí estaban los planetas; los satélites; los hoyos negros; los cinturones de protones; las galaxias; los meteoritos; los soles; las lunas; las nubes; las tormentas; los aerolitos… la oscuridad.
A lo lejos, vio una móndriga y azulosa bolita de tierra y decidió bautizarla precisamente así: Tierra.
Tierra, nuestro planeta.
¡Tierra!, como la que vio Colón.
Tierra, como la que piden los campesinos.
Basta con que usted se mire a las uñas de las manos o de los pies para que se adentre en el tema.
¿Ya?
Continuemos.
Una nueva ojeada a su creación y el Todopoderoso comprendió que la bolita azulosa se veía muy solita, flotando en la oscura inmensidad, tan oscura e intrigante como boca de lobo.
– Animales – dijo de pronto. – Eso es… animales.
Un segundo después, millones de animales tapizaban las selvas, los bosques las montañas y los valles del flamante planeta, lleno de aguas limpias, de colores intensos, de aromas frescos y de panoramas exquisitos e inspiradores.
Diplodocus; mamuts; dinosaurios; pterodáctilos; lagartos; reptiles; peces.
De todos ellos sólo lograron sobrevivir los dinosaurios (con el tiempo se dedicarían a la política), los mamuts (que se hicieron juniors), y los peces (en especial los peces gordos mexicanos, a los que nadie ha logrado pescar).
Pero no nos desviemos…

Ahí estaban todos, asustándose mutuamente, acosándose, venadeándose, atacándose, despedazándose, comiéndose, como poco tiempo después lo haría el Hombre.
Dios, muy dado a la escultura, cierta tarde trabajaba en una nueva obra. Al ir a recibir los sagrados alimentos, dejó la puerta abierta y los vientos siderales se encargaron de llevar los restos del barro hacia el nuevo planeta.
Nadie sabe qué sucedió, pero algunos años después, unos extraños llantos asustaban a los pobres animalitos.
Había nacido el mono.
¿Salió del mar y tocó tierra?
¿Apareció en la tierra y tocó mar?
Ni los más changos lo han descubierto aún.
Darwin asegura que el Hombre desciende del mono, primer ejemplar de cualquier árbol genealógico.
Usemos la lógica de los monos y de los árboles.
Es el mono el que desciende de los árboles.
Y lo que son las cosas: el Hombre actual, si desciende de un árbol genealógico monón, aunque parezca mandril, asciende en su empleo.
Conclusión: Darwin estaba en lo correcto: el origen de las especies es cierto: el Hombre desciende el mono.
La próxima vez que usted se suba a un microbús, échele un vistazo al conductor; las dudas que pudieran quedarle al respecto se esfumarán de inmediato.
Sigamos.
El mono se puso chango y le echó los perros a una changuita de buen ver. Al rato, los changos eran los amos y señores del planeta: simios, mandriles, gorilas y chimpancés hacían de las suyas.
Hoy en día la cosa no ha cambiado.
Los simios manejan motocicletas policiacas (y patrullas, a veces); algunos mandriles trabajan de polleros; los gorilas se metieron de guardaespaldas, etc.

Poco a poco la raza fue mejorando.

Y un buen día, los monos y las monas ya dominaban la palabra.
– Hola guapa, me llamo Adán.
Eva miró a Adán con ojos de borrego a medio morir.
– Yo soy Eva, y no tengo madre.
– Ya veo – respondió el lascivo Adán mientras le miraba las formas. Le pareció una changuita bastante mona.
Adán se convirtió en un auténtico pulpo, por lo que Eva tenía que ponerse muy trucha.
Adán se ganaba la vida domando y amaestrando burros, por lo que es el prócer de los maestros del mundo.
Y entonces aparecieron los mitos.
Lo de la manzana y lo de la serpiente, por ejemplo.
Adán fue el jefe de manzana de la manzana en la que tenía su domicilio por el simple hecho de ser el único hombre de la zona.
Tampoco hubo tal serpiente. Lo que hubo fue un gusanito… el gusanito de la lujuria. Por eso todas las manzanas, las frutales, del mundo traen adentro un gusanito.
Bueno, pues gracias a ese gusanito (y al otro, la mera verdad) el planeta  y todas sus manzanas, las urbanas, comenzaron a tupirse de chamacos.
¿Y qué sucedía con los animales?
El caballo se convertía en el primer animal en cautivar la atención de los paleontólogos modernos; las tablas del profeta Moisés se debieron a la marcada afición de este hombre barbado por un juego aparentemente árabe llamado ajedrez (Moisés era un fanático de los caballos); un día jugó 10 partidas simultáneas en la cima del monte Sinaí, y en las diez empató, es decir, hizo 10 tablas, lo que le valió su pase a la posteridad.
Babel fue una chica que estudiaba idiomas, y en sus ratos libres jugaba ajedrez con Moi (el líder del pueblo judío), incluso, le daba ventaja; Babel jugaba con una sola torre y casi siempre le daba en la torre a su tan famoso contrincante el cual, al verse perdido, le proponía tablas.
Así nacieron primero las tablas de Moisés y luego la Torre de Babel. La imaginación de algunos juglares, historiadores, poetas, escritores y directores de cine, se encargaron de crear y de perpetuar las leyendas.
El famoso Caballo de Troya que tanta mella causara y tanta malla rompiera, por medir varios metros de altura, fue el inspirador directo del refrán griego ‘hachazus equinus filosus’… que en México se conoce como ‘machetazo a caballo de espadas’.
El burro, en cambio, fue el primer animal en llamar la atención de los teólogos.
Caín, andando en estado ‘burro’, descontó al pobre de Abel en plena quijada.

Lo del arca de Noé es otro mito bíblico:
Noé fue en realidad el primer gobernador de la historia y lo que hizo fue llenar sus arcas, es decir, se conejeó la lana; lo que le llovió fue un diluvio de protestas y de demandas, pero se amparó y caprí finito.

III

La extinción animal.
Una teoría asegura que los responsables fueron los meteoritos que chocaban contra nuestro planeta; mi teoría, si la quieren conocer, no está muy alejada.
Hela aquí:
El Hombre actual maneja como meteorito, por eso va dejando una estela de burros, vacas, conejos y bueyes (de dos y cuatro patas) muertos y embarrados a lo largo de las carreteras y de las cintas asfálticas citadinas.
Otras teorías afirman que la extinción se debió a los platillos voladores.
Yo sostengo la teoría de los platillos, a secas.
Hoy le sirven a usted sabrosos tacos de perro, de caballo y de burro, en esos puestos callejeros y en aquellos restaurantes de postín.
Y lo que son las cosas:
Sin rastro de animales, el Hombre se las ingenió para crear el rastro de animales, en donde continúa destazándolos.
Ya sin animales qué cazar, el Hombre tuvo que cultivar la tierra, naciendo así la agricultura. Se llamó así porque todos los elotes sabían medio agrios, por la falta de una buena cultura de cultivo.
Ayudado por el buey y trabajando como burro, el Hombre abría surcos en la tierra.
Curioso, ¿Verdad?
La política del buey y del burro.
Hoy en día la cosa sigue igual. Un buey rodeado de burros sigue haciendo patos a los resignados borregos, que eso y más se merecen… ¡por animales!
Por otro lado, las manzanitas y los gusanitos proliferaron.
Pronto llegaron las colonizaciones tipo oca, esto es… ¡una, dos tres, vuela!… que en términos de población y de vivienda significa una colonia aquí, otras dos allá, tres acullá, etc.


IV

Llegaron las Cruzadas, y con ellas Ricardo Corazón de León y su séquito de caballeros andantes.
En México hay más de mil cruzadas todos los días en Reforma (cuando las huestes perredistas lo permiten), en el Viaducto, en Insurgentes. La mayoría de los cristianos se ponen moros de tanto magullón, empujón, llegón y aventón.
La única diferencia entre México e Inglaterra… es que en México ya no hay caballeros:
Los caballeros ceden el paso.
Los caballeros le ceden su asiento a las damas, a los niños y a los ancianos.
Los caballeros cruzan como Dios manda, por los puentes peatonales.
Lo que sí hay son andantes, hartos, y hay que tener corazón de león para animarse a cruzar Revolución en horas pico y no ser aplastados por algún micro o pesera, (antiguamente delfín o ballena), conducida por alguna bestia.


V

Pronto, las mitologías comenzaron a llenarse de minotauros; centauros; unicornios; pegassos; sirenas; nahuales; chamacos; patas de cabra; vampiros; hombres lobo.
México cooperó con los hombres mosca, tipos osados que con tal de no pagar el pasaje del trolebús o del tranvía o camión, por parecer estos latas de sardinas - en donde por cierto todo el mundo le arrima el camarón a todo el mundo - preferían viajar en la parte exterior del vehículo, amacizados en el mofle, o adheridos a las ventanas, utilizando la boca y la nariz a manera de ventosas.
México cooperó además con los coyotes de ciudad, con las zorras, con las lagartonas, con los pulpos camioneros, con los buitres, con las mariposillas nocturnas, pero sobre todo con los conejos ponedores y con los borregos, entre otras especies.
Ahí están el pescado Portugal; el toro Valenzuela; el Perro Aguayo; el gato Marín; las Chivas Rayadas del Guadalajara; el Cañón del Zopilote, la colina del Perro.

Poco después, el Hombre creyó ver en los astros algunas señales de interrelación:
Así nacieron las Osas y los Canes estelares.
Comenzaremos por la astrología china:
Los astrólogos del oriente, al parecer un poco desorientados, aseguran que 12 animales rigen los destinos del Hombre:
La Rata; el Búfalo; el Tigre; el Gato; el Dragón; la Serpiente; el Caballo; la Cabra; el Mono; el Gallo; el Perro; el Cerdo.
Varios países han adoptado ese horóscopo a sus propias idiosincracias.
Hasta antes del año 2000, y durante un poco más de 70 años, el destino cósmico de México estuvo fuertemente regido por esos 12 animales chinos:
Hasta antes de esa fecha, la Rata regía el ámbito político.
El Búfalo era el guía cósmico de todas las elecciones federales, estatales y municipales (en este punto, los hijos de Confucio se referían a la salsa Búfalo, la picante, porque no había votante que no quedara enchilado al conocer los resultados oficiales).
El Tigre regía los destinos de los medios de comunicación.
El Gato regía los destinos de todos los chícharos, especialmente los gubernamentales y los publicitarios.
El Dragón regía a los candidatos que, por haberse movido, no salían en la foto; por eso les salía fuego hasta por las narices.
La Serpiente era el mandamás de todos los secretarios particulares y asesores privados.
El Caballo regía las esencias de los tapados, aunque la caballada estuviera flaca.
La Cabra vertía toda su influencia sobre las dos cámaras.
El Mono en turno era el más importante, era el maharishi intergaláctico de todo un país, ya que ni una hoja se movía sin su consentimiento, y en su dedo omnipotente reposaba el futuro inmediato.
Qué monada, ¿verdad?
El Gallo regía los destinos de la oposición.
El Perro era el yogui sideral de todos los economistas y neoliberales (en sus intentos por defender a dentelladas sus propias arcas, claro).
Finalmente está el Cerdo.
Este fue el gestor espacial de los que organizaron y participaron del Fobaproa.
Rige además los destinos de los organismos encargados de proteger a los más necesitados. Un ejemplo es la antigua Conasupo, cuyos dirigentes, en cierta ocasión, le vendieron leche radiactiva y maíz para puercos... a su amado pueblo.
En resumen: los dirigentes nacionales siempre nos vieron la cara de chino.

Los horóscopos occidentales tienen lo suyo:

Está por ejemplo el Cangrejo de Cáncer.
Éste rige a varios aparatos burocráticos del orbe, además de ser un auténtico cáncer para la sociedad porque parece caminar hacia atrás.

Vamos, hasta los indígenas mexicanos tiene su propio libro de los destinos: Erl Tonalámatl.
Consta de 20 signos, de los cuáles, sólo dos prevalecen hasta nuestros días.
Tochtli (que significa conejo), como casi todas las autoridades del pasado, convertidas en conejos ponedores, desde el día en que tomaban posesión hasta el día que se iban, como el jibarito… ‘locos de contento con su cargamento’.
Y Ollin (que quiere decir movimiento), que antes nos dejaba sentir toda su influencia a cada ratito; el que era secretario de algo, de pronto era el titular de esto, y el que era el titular de aquello, súbitamente era gobernador, y el que era gobernador, ahora era el secretario del partido. En síntesis, todos se movían de aquí para allá, (siempre los mismos) no así el país, que permanecía estático.

Pero pongámonos en contacto con otras tradiciones, con otras culturas:

Los hindúes adoran a los bueyes, a los que consideran sagrados e intocables.
En México sucedía igual: la adoración era sexenal y la intocabilidad, eterna.

Inglaterra aún practica la milenaria caza de la zorra.
En México también se practica dicha tradición, sólo que con más frecuencia: todas las noches, en todos los bares y hoteles de paso de la gran ciudad (en especial los viernes de quincena).

Los antiguos egipcios veneraban al gato; basta recorrer alguna pirámide para comprobarlo.
En México es al revés; los gatos veneran a los egipcios (y a los extranjeros en general)… y son precisamente los gatos los encargados de organizar las pirámides cibernéticas, de faraónicas ganancias para lo de arriba.

Crucemos el Atlántico y lleguemos a América:

El viejo oeste.
En el siglo XIX,  los pieles rojas solían bautizar a sus hijos con nombres de animales: Caballo Loco; Perro Rabioso; Coyote Pinto; Paloma Blanca.
En México, la cosa no era muy diferente:
El que salía de la caballada se ponía como caballo loco; defendía el peso como perro rabioso, para luego resultar un coyote pinto que se pintaba del país con el dinero de los contribuyentes, para aullar de felicidad el resto de sus días, aduciendo ser una blanca paloma, culpando o al de atrás, o al de adelante.

El águila blanca es el símbolo de los Estados Unidos:

En México hay que estar muy águila para que no lo dejen a uno en blanco.
Uno de los héroes norteamericanos por excelencia es Batman, el hombre murciélago. Su influencia llegó hasta nuestros lares, ya que nuestro país está hecho un verdadero bati… dillo económico, político, social y laboral.
Nuestro mismo México es la tierra del nopal y del águila. ¡Qué originales somos!
Águilas, nomás las del América.
Pero nopales, hasta para aventar para arriba.
Puro nopal. ¿Será por eso que todos los demás países nos dan para nuestras tunas?
Vamos, varios ex funcionarios y gobernadores mexicanos son conocidos con el mote del ‘nopal’, porque todos los días les encuentran nuevas propiedades.

Por otro lado, el Hombre, una vez civilizado, fue tan romántico que vio en la paloma el símbolo de la paz.
¿Paz?
Más bien PAS (onomatopeya de golpe, de porrazo, de zape guajolotero), con ese, y con ése, y con aquél, con ése otro: ¡PAS!, ¡PAS!, ¡PAS!

VI

Al igual que los grandes animales de la prehistoria, el Hombre está a punto de desaparecer.
Unos culpan a la contaminación ambiental.
Otros, al sida.
Aquellos, al hambre.
Otros más, a la sobrepoblación.
Unos más, a la guerra.
O a la falta de agua potable.

Yo culpo al hombre.

Es triste reconocerlo, pero el supuesto modelo racional de la vida resultó ser el más irracional de los animales.
Vean si no:

Admiramos la privilegiada memoria del elefante… y tenemos el privilegio de cazarlo para comercializar sus colmillos, olvidando que los animales sienten y sufren tanto o más que nosotros.
Admiramos el mensaje de paz de la paloma… pero la domesticamos y la convertimos en nuestra mensajera.
Admiramos a la gacela que parece colgarse de los cielos en cada salto… y colgamos su cabeza sobre la chimenea.
Admiramos al oso polar… y lo enfriamos para hacerlo tapete.
Admiramos la presencia del pez espada… y nos gusta presenciar su pesca en los concursos.
Admiramos la longevidad de la tortuga… y la matamos para hacerla crema anti-arrugas.
Admiramos la fuerza del toro de lidia… y lo vemos morir los domingos en la tarde mientras exclamamos un olé sin fuerza.
Admiramos la estampa del puma… pero lo cazamos sin piedad y pronto sólo lo veremos en las estampitas.
Admiramos la figura de la cebra… y la desfiguramos para hacerla tapiz de sala.
Admiramos al león por su imponente belleza… y lo condenamos a morir en la majestuosa soledad del zoológico.
Admiramos la elegancia del mink… y los matamos para que nuestras mujeres luzcan más elegantes.
Admiramos la gracia del delfín… y cometemos la desgracia de verlo morir en las redes atuneras.
Admiramos la resistencia de las ballenas… y nos resistimos a dejarlas vivir en paz…

¿Cuál odio? ¿Cuál asco?

Imitamos a las inofensivas criaturas del reino animal en forma por demás inconsciente.
Nos reproducimos como conejos; tiramos basura como marranos; dormimos como lirones; nos reímos como hienas de las desgracias ajenas; arrasamos con todo vestigio de vida como plaga de langostas.

Nuestro egoísmo y falta de moral van más allá:

A la menor provocación, llamamos insecto a cualquiera, en forma peyorativa… ¡Ya quisiéramos parecernos a los insectos!… tan laboriosos, tan socializados, tan serviciales, tan organizados.
Pero no.
Estamos más interesados en presumir nuestros conejos y en despertar nuestros instintos animales en los SPA, frente a cualquier lagartona y mosquita muerta que se nos ponga al brinco.



VII


Nadie escapa a las leyes divinas. Nadie.
Los Horóscopos, el Tarot, los libros no mienten.
Pronto, más pronto de lo que creemos, vamos a engrosar la lista de las especies en inminente peligro de extinción.
Hoy en día, sólo los dinosaurios amenazan con volver.

Son los insectos y los peces los que lloran al ver los campos y los mares contaminados con tanto pesticida mejorado, con tanto petróleo derramado, con tanto desecho nuclear vertido en esas llanuras, en esos sembradíos, en esas aguas.

Todo tiene un principio y un fin.

El planeta Tierra volverá a pertenecer a quienes aparentemente tanto pavor nos inspiran, a quienes supuestamente tanta repulsión nos causan.
¿No será al revés?
Digo, en las caricaturas, los hombres se tapan las fosas nasales cuando algún zorrillo cruza frente a ellos, pero en la vida real, es el animal el que huye despavorido al oler al hombre.

Ha sido una espera larga, pero habrá valido la pena, la pena y la alegría: dentro de poco, los animales y los insectos van a recobrar, en forma definitiva, un concepto que les fue secuestrado y vejado por el hombre:

El respeto.


Ese insecto infecto

Para los verdaderos reyes del mundo.

Ignacio E. Jaime Priego.
Mayo de 1992/Agosto del 2003

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