sábado, 19 de marzo de 2011

Jaques y jaquecas

Desde hace ya algunos siglos, varios países se jactan de haber sido los inventores del llamado juego de juegos, el juego ciencia por excelencia:
        El ajedrez.
        Los ingleses, por ejemplo. Ellos afirman que originalmente su país se llamaba Inglatorre, en honor a esas piezas que van colocadas en las esquinas de cualquier tablero. Curiosamente, un celador de la famosísima Torre de Londres, llamado Albert Philip (Al Phil  - Al Fil - para sus cuates), inspiró la aparición justamente del alfil, esa pieza que corre diagonalmente sobre los cuadrados, o escaques.
        Y así surgieron...
        Peontario, Alfiladelfia, Holandama, Caballogoslavia, Rey Kiavik, y más para acá, Jaque Matehuala, o la playa de la Enroqueta, en Acapulco.
        Se dice que algunos vampiros de la Transilvania del siglo XVIII ya jugaban el ajodrez (parientes de Nosferatorre y Draculalfil, básicamente); el perdedor debía comerse siete ajos como castigo, por lo que su muerte era una especie de jaque al pastor.
        Vaya. Meras conjeturas histórico-cronológicas.
        Yo poseo las pruebas necesarias, contundentes, que demuestran que el ajedrez lo inventó el astrólogo, médico y profeta francés Michel de Nostradamus, quien se tuteaba con reinas (Catalina de Médicis, que no es lo mismo que Qué me dichis Catalina) basado, inspirado en los diarios quehaceres laborales, sociales, económicos, sexuales y sexenales de esos personajes tan peculiares que desde siempre han habitado la Tierra del frijol bayo, a los que logró captar, desde sus remotas tierras, en su mágica esfera de cristal. A éstas no las llamó Centurias Astrológicas, sino Penurias Astroilógicas (hay quien afirma que su modelo fue un antepasado directo de Ulises Ruiz).

        He aquí la transcripción fidedigna de sus proféticas notas  (mismas que cesan abruptamente en el 2 de julio del 2000, coincidentemente con el triunfo Panista en las urnas mexicanas):

        El juego del ajedrez comienza con el sorteo de piezas, que es clave.
        ... En el país del curado de tuna, todos se creen mucha pieza, y es el mejor postor el que se sigue quedando con los puestos clave, en la política, en la economía, en la industria, etc., para luego clavarse todo lo demás.

        En el ajedrez, los cuadros del tablero se llaman escaques, y las piezas, trebejos.
        … En el país de la gordita de chicharrón prensado, los cuadros oficiales están llenos no de escaques sino de cacos (también los hay de barrio) y en cuanto se descuida uno, aquellos ‘trebejan’ y lo dejan a uno sin nada, mientras ellos se compran haciendas en México, o castillos en el extranjero.

        En el ajedrez, salen primero las blancas.
        ... En México también; las prietitas salen únicamente los domingos, con sus peones chapultepequeros, a tomarse la foto montados en el caballito.

        En el ajedrez, existe el mate al pastor.
        ... En el país de la sopa de tortilla, también; ahí está el caso del pastor Posadas, en el aeropuerto de Guadalajara.

En el ajedrez, blancas y negras tiran alternadas.
        ... En el país del tequila y la garnacha, y ya con unos fogonazos etílicos entre pecho y espalda, el mexicano macho se tira a blancas y prietitas en forma alternada, faltaba más.

        En el ajedrez, los peones no retroceden, comen de lado y van hasta adelante.
        ... En el país de la memela los peones no avanzan, comen de milagro y también van hasta adelante... en los desfiles, marchas y mítines del SME, (por mencionar un par de casos que ponen en jaque a la ciudadanía en calles y avenidas), a fuerzas, portando mantas y carteles de apoyo a un movimiento que en ajedrez ni existe.

        En el ajedrez, la pieza que es comida ya no regresa.
        … En el país de la agüita de jamaica, como el titular de la dependencia es mucha pieza, por lo regular se va a comer y ya no regresa tampoco.

        En el ajedrez se practica el peón al pase.
        ... En la frontera de México también, sólo que el pase... al más allá, con chicos riflotes y ahora con esa bardota, cuanti más.

        En el ajedrez,  el peón que llega hasta la última columna, fila o hilera enemiga, es coronado.
        ... En el país del taco de buche también, sólo que aquí lo hacen diputado, senador, gobernador o de perdida funcionario, o empresario, de acuerdo a su cercanía con el rey... o con la reina, y si son hijos de ésta, peor tantito.

        En el ajedrez, los alfiles corren diagonalmente.
        En el país de las enchiladas suizas rojas y verdes, si no corres diagonalmente con las ideas de tus superiores, te corren con la mano en la cintura y tu supervivencia pende de un alfil… er.

        En el ajedrez, los caballos tienen un poder ilimitado.
        ... En el país del faisán y del venado, la caballada estará invariablemente flaca, aunque eso sí, gozando de un poder ilimitado; nomás hay que ver los bonos que se dan algunos representantes populares.

En el ajedrez, las torres se colocan en las esquinas.
        ... En el país del tlacoyo con todo, y si uno no se pone a las vivas, le dan en la torre, en cualquier esquina, y si está en Iztapalapa, mejor ni hablamos. ¿Y la policía?, bien, gracias.

        En el ajedrez, si uno es osado puede tener varias reinas.
        ... En el país del sope verde también, sobre todo si se es rico o influyente. ‘Hoy te toca a ti, mi reina’.    

        En el ajedrez se acostumbra el cambio de damas.
        ... En el país del chicharrón prensado también; los fines de semana, bajo una discreción divina.

        En el ajedrez, todas las piezas rivales pueden amenazar al Rey.
        ... En el país del cocol sucedía todo lo contrario, repito, hasta antes del año 2000.

        En el ajedrez, cuando hay enroque largo o corto, las torres protegen al Rey.
        … En el país del pipián, al menos en el plano sindical, tremendas torres siguen protegiendo a Napoleón, el emperador minero, enrocado sepa Dios dónde (hizo enroque largo, porque se largó y de seguro va a pasar una larga temporada gastándose la millonaria suma, en dólares, que le endilgan).

        En el ajedrez, existe la posibilidad de que los Reyes hagan tablas.
        ... En el país de la tostada de tinga, el rey se aprende las tablas de multiplicar (para saber cuánto dinero juntó en su sexenio: ‘Es que trabajó desde muy chiquito’, dirán sus voceros) y siempre se salva en una tablita (ya ven ustedes, tres de las emes más famosas del priismo: Marín, Montiel y Madrazo: casualmente salieron tablas con las leyes Mexicanas).

        El juego del ajedrez termina cuando uno de los contendientes exclama el clásico... ¡Jaque mate!
        ... Hasta antes del 2000, en el país de la torta de huevo, el juego político no terminaba nunca, gracias a los eternos enroques de sus piezas, las que siempre nos ponían en jaque con sus acciones, y nos provocaban jaquecas con sus decisiones, esto es; el que fue gobernador de algún estado, ahora era flamante secretario de estado, mientras que el que fue diputado, al rato era senador, o director de Pemex, o titular de alguna dependencia, o vocal, o asesor de gobierno, o jefe de la policía, o inspector de carnes, o supervisor del Metrobús... (las combinaciones son eternas, como las jugadas de ajedrez).

        Nostradamus cerró sus profecías con esta cuarteta:

        ‘La atávica paciencia del elector se agota,
        ya no quiere más fraude ni más desgracia,
        del norte vendrá un ranchero de gran bota,
        a tratar de impulsar la verdadera democracia’.
       
        Y como dijera un émulo de José Alfredo, poco antes de caer del caballo que lo llevó a reposar, ya hecho polvo y dentro de una urna, en un nicho de las torres de alguna parroquia:
       
        ‘No tengo Caballos como Chente (Fernández).
        Ni vivo por las Torres (de Satélite).
        No tengo varias Damas (de compañía).
        ... ¡Pero sigo siendo el Rey¡’

Jaques y jaquecas

Un reconocimiento
al Gambito de Evans.

Ignacio E. Jaime Priego.
Enero de 1993/ Dic. 2010.

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