miércoles, 7 de diciembre de 2011

El sexo:esa cosa tan profunda.

Los sexólogos son esos extraños personajes que se encargan del estudio de la vida sexual de otros personajes más extraños aún, llamados ‘individuos’, es decir, los primeros se desvelan tratando de remover los múltiples velos que envuelven las vidas y las relaciones carnales (entre no carnales) de los segundos, sean morales, orales o totales, realizadas entre entes de distinto sexo, es decir... entre hombre y mujer.
Bien.
Los sexólocos son todos aquellos especialistas (titulados o no), encargados de estudiar las locuras del sexo, practicado entre hombres y mujeres, entre hombres y hombres, entre mujeres y mujeres, y a últimas fechas, entre sacerdotes y niños, por mencionar tres ejemplos de las variantes que hay (ellas-perros; ellos-gatas, etc.).
Hoy por hoy, uno de los sexólocos más renombrados del planeta Tierra es el doctor Yasseme Pahró, terapeuta Palestino, nacionalizado Belga, egresado de la Universidad de Chile, en donde se especializó en los cenotes sagrados, en las pompas de jabón, y en el misterio del Triángulo de las Bermudas (llamado así porque cualquier cosa de forma fálica que ronde el área, o que peine la zona... casi siempre desaparece).

Esta es la única entrevista que ha concedido:

Ya saben: P (pregunta) R (respuesta).

P.- Doctor Yasseme Pahró, ¿cómo ven, cómo enfocan el sexo mujeres y hombres?
R.- Digamos que las mujeres tienen un sexto sentido mientras que los hombres… tenemos un sexo sentido; para nosotros todo es sexo. El sexo le da sentido a nuestras vidas, o mejor dicho, sin sexo, nuestras vidas no tienen sentido. Cuando estamos teniendo sexo, ya estamos pensando en cuándo volveremos a tenerlo.
P.- Asombroso. Y díganos, ¿qué origen tiene el término vulgarmente llamado... ‘faje’?

R.- Antiguamente, antes del agasajo marinero, era la faja lo primero que le quitábamos a la damisela en turno. Le pregunto a usted: hoy en día ¿Qué es lo primero que hacen los jóvenes al dar por concluidas sus faenas erótico-manuales al ser interrumpidos abruptamente por la inesperada llegada del padre de la interfecta?... pues fajarse; ellos la camisa y el pantalón, y ellas la blusa y la falda.

P.- Cierto. Y coméntenos, ¿cuál es la diferencia primordial entre ellas y ellos?
R.- El léxico. La gramática. El lenguaje. Te pongo un ejemplo. Ellas le llaman chipotes a esos golpes que nos damos y que nos inflan la cabeza o la piel, mientras que nosotros les llamamos… chichones… la referencia sexual es clara… y así es desde que despertamos hasta que nos volvemos a dormir, fase en la que pasamos de un sueño erótico a otro, con otra, naturalmente.
P.- Entonces, doctor, ¿sí hay relación entre el sexo y la lengua?
R.- Por supuesto que la hay, y para algunos y algunas, esa relación es deliciosa; en lo personal no me gusta tanto.
P.- Quise decir que si hay alguna relación entre el sexo y el idioma, doctor... el idioma.
R.- ¡Ah!, perdón, yo andaba por Toluca. Sí y no. Mire usted: el sexo es universal y se lo demuestro: ¿Qué término es el favorito de los españoles?... ‘¡Coño!’... ¿Y el de los argentinos?... ‘¡Macanudo!’... ¿Y el de los mexicanos?... ‘¡Bolas!’. ¿Lo ve?... ‘coños’, ‘macanas’ y ‘bolas’, de todo tipo: pectorales, traseras, frontales e inguinales, los elementos indispensables del buen sexo en los en mis tiempos cinco continentes.
P.- Muy interesante. Y ahora, ¿por qué se le llama así a la ‘Luna de Miel’?
R.- En esa etapa del matrimonio, ambos contrayentes parecen astronautas, es decir, están como en órbita, interesados tan sólo en el acoplamiento de la araña con el módulo lunar, por lo que sólo ven estrellitas y cometas, sobre todo eso, cometas: ‘Ay de ti y cometas adulterio’; ‘Y ay de ti y cometas infidelidades’; ‘sigue así... no cometas estupideces’.
¿Lo ve?, se la pasan pegosteados todo el día; ellas (las abejitas reina), libando los néctares del pistilo, y ellos, (los abejorros... y uno que otro zángano), entrando y saliendo del panal, en busca de la tan sabrosa mielecita.
P.- Vaya. ¿Y qué nos dice de la famosa comezón del séptimo año?
R.- No son más que las ronchas que les salen en todo el cuerpo a los dos involucrados, ante la simple pero devastadora idea de tener que pasar una noche más con la ‘vieja fodonga’, o con el ‘panzón desobligado’, según sea el caso, tras siete años de compartir techo, lecho, ducha, lucha, y leche, y a veces, dicha.
P.- ¿Y el famoso punto G?
R.- El erróneamente llamado Punto G; en realidad es el Punto Je (con jota), ya que en lo que lo encuentra uno, la mujer ya bailó una Jota aragonesa, además de morirse de risa (Je, je, je) con tantas cosquillitas que le procuran índices, cordiales, y en ocasiones, vulgares pulgares.
P.- Fascinante. ¿Y qué nos dice del Kama Sutra hindú?
R.- Originalmente, y hablo del siglo XIV, era el ‘Kama Surta’, porque ¿en dónde se surte uno a su vieja?... pues en la cama. De ahí pasó a ‘Sutra’ (su otra), es decir, ‘la cama de su otra’, que viene a ser el antecedente inmediato y directo de la mexicanísima ‘casa chica’; ‘de la otra’, ‘de la querida’, con la que uno disfruta de un surtidísimo catálogo de posiciones, técnicas, suertes y demás artilugios eróticos, sin sentirse culpable
P.- Correcto. ¿Tiene usted algún sistema que ayude a la planificación familiar mundial?
R.- El tiempo. No hay otro: éste pasa y todo lo planifica, todo lo vuelve plano, de plano: arriba y abajo, atrás y adelante, en él y en ella, y claro, al no haber antojo visual, pues no hay atasque manual, no hay agasajo carnal, es decir, cero antojo, cero remojo... y cero chamacos.
P.- ¿Qué nos puede decir de los masajes eróticos para recuperar el deseo carnal?
R.- Hombres y mujeres requieren de distintos masajes. El hombre, sobre todo en la edad adulta, necesita masajearse los ojos, porque le encanta excitar a las niñas; la mujer, en cambio, prefiere masajearse, ajetrearse y estimularse las orejas, para calentarse el lóbulo.
P.- No le entendí, doctor. Pregunta rara ahora: ¿hay límites de velocidad en la cama?
R.- Claro. En una cama, un hombre y una mujer pueden alcanzar, sin riesgo alguno, los 68 kilómetros por hora; ya que al siguiente, es decir, al 69, los dos se voltean. Y ya que hablamos de kilometrajes, máquinas y velocidades, déjeme decirle que un coche viejo, digamos, un modelo 1964, puede hacer mucho por aquellos hombres que enfrentan serios problemas de erección.



P.- Perdóneme doctor, pero no veo la relación.
R.- Está muy claro: quien adquiere un coche viejo habrá de ver con sus propios ojos cómo se le para o en cada esquina, o a cada ratito.
P.- Sí, entiendo. Y hablando de problemas, ¿cuál es el problema sexual más frecuente que enfrentan las parejas modernas?
R.- El espejo de cuerpo completo.
P.- ¿Qué nos dice de las enfermedades venéreas?
R.- Que por algo se escriben con v chica; uno como hombre precisamente ve chica... y va, como va, por eso le va como le va... cómo la ve.
P.- Contundente. ¿Cómo ve usted la unión libre?
R.- Yo más bien la llamaría ‘unión liebre’; se la pasan de saltito en saltito como las liebres orejonas, reproduciéndose como conejos, y luego, cuando el deseo desaparece, es decir, cuando a él se le caen los conejos de los brazos y ella se parece cada vez más a Bugs Bunny, o al Conejo Blas... pues él prefiere hojear el Playboy, para ver a las conejas del mes, mientras que ellas se buscan algún conejillo de Indias, o de perdida un conejo ponedor.
P.- ¿Qué opinión le merece el Viagra?
R.- El Viagra es un estimulante sexual 100% casero; fuera de casa nadie lo necesita.
P.- ¿Qué nos dice del sexo cibernético?
R.- Éste nació cuando el hombre puso sus manos sobre las teclas y ellas las suyas sobre el mouse.
P.- ¿Qué opina acerca del climaterio?
R.- Que deberían de subirle un poquito más porque está haciendo un calor de los mil diablos.
P.- Una última pregunta, doctor: de todas las posiciones habidas y por haber... ¿Cuál es la mejor, la más satisfactoria, la más sabrosa, la más excitante, la preferida por mujeres y hombres?
R.- Sin lugar a dudas, y tras haber realizado estudios serios, profundos y profesionales, me permito afirmar categóricamente, que la mejor posición de todas... es la posición económica desahogada: es súper estimulante y ultra excitante.
En una palabra: billete sigue matando verbo, carita y todo lo demás.


   
El sexo:
    esa cosa tan profunda.

    Para la mujer,
    inspiradora de nuestras más profundas
     respiraciones, aspiraciones, exhalaciones, transpiraciones y expiraciones.

    Ignacio Ernesto Jaime Priego.

    Mayo de 1998

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