sábado, 5 de febrero de 2011

Balas sobre Dallas

Que la mafia; que la CIA; que el FBI; que los cubanos; que los rusos, que los texanos; que los militares ’.


En ocasiones, la lluvia es sinónimo de vida, y en otras, por causas ajenas a su voluntad, de muerte.
La mañana del viernes 22 de noviembre de 1963, la ciudad de Dallas, Texas, U.S.A., amaneció rociada por una pertinaz lluvia. De haber continuado así, a la limousina presidencial le habrían puesto la capota. Mas, justo antes de que el avión presidencial tocara tierra en el aeropuerto de Love Field, la lluvia cesó y un Sol radiante abrió su abanico de rayos deslumbrantes.
Teorías acerca del asesinato del presidente Kennedy (1917-1963) van, teorías vienen; otras, desaparecen y algunas más ven la luz del día, basadas en las nuevas tecnologías acústicas, fotográficas, ópticas, cinematográficas, etc.
Pero sigue habiendo de todo, como en botica:
Un fulano de cuyo nombre no quiero acordarme, asegura que fue el chofer (el fulano, en realidad, confundió el reflejo del Sol sobre el cabello del copiloto, Kellerman, con un arma disparada por el chofer, Greer); otro, sostiene que los culpables fueron los extraterrestres; otro más, que el autor intelectual y material fue el propio gobernador Connally, tapando el arma homicida con su sombrero blanco de ala ancha y disparando a discreción en el momento preciso, autoinflingiéndose incluso algunas heridas para no despertar sospechas. Y así como esas hay otras teorías que no deseaba comentar pero que menciono por si acaso (hay una en la que se asegura que el disparo fatal provino de las coladeras; otra, que fue un dispositivo criminal instalado justo detrás del presidente, debajo de la cajuela del vehículo que de súbito se desplegó y disparó, como sucede en las películas de James Bond).
Por otro lado, aún hay creyentes convencidos de la teoría del asesino solitario y la bala mágica, como Dale Mayers, quien asegura que Lee Harvey Oswald actuó solo y que él (Lee Harvey) realizó los tres disparos, ni uno más, desde el 6º piso del entonces Depósito de Libros Escolares de Texas, hoy Museo Kennedy, o algo así. Mayers afirma categóricamente que la bala mágica no es una teoría fantástica, sino un hecho consumado. Y el Sr. Mayers no acepta ninguna otra postura al respecto; basa su hipótesis en los cuadros 222, 223 y 224 de la película Zapruder, en donde afirma que la película muestra el momento preciso donde ambos hombres reaccionan a la par al sentir la presencia de un cuerpo extraño atravesándoles cuello (Kennedy) y espalda, Connally).
Otros, en cambio, como Bob Harris, afirman que no, que el señor Mayers juega con las verdaderas distancias entre Kennedy y Connally dentro del vehículo fatal, y con los ángulos y las inclinaciones, a su antojo. Don Bob sostiene además que al menos hubo dos tiradores y, cuando menos, cuatro disparos, realizados éstos desde el Daltex (edificio vecino al Depósito), y desde el llamado Grassy Knoll, amén de que la supuesta bala mágica no es más que un cuento chino. Este Sr. tampoco acepta nada que no concuerde con su punto de vista. Apoya sus razonamientos en las películas tomadas por Tina Towner (dañada o editada por el FBI en siete cuadros clave… ¿el primer disparo, tal vez? Difícil de saber). Lo mismo sucede con el film tomado por Robert Hughes ese fatídico mediodía, dañado ‘casualmente’ justo cuando el vehículo comienza a virar hacia Elm Street, teniendo de costado el Texas School Book Depository y el Daltex, a sus espaldas.
Están también los científicos que han estudiado hasta el hastío el llamado crimen del siglo, como un tal Ken, que ha dedicado gran parte de su vida al análisis de algunos cuadros de la película Zapruder, y al entorno que rodeaba Dealey Plaza ese día en particular, midiendo tiempos, grados, ángulos, distancias, lugares, líneas paralelas e inclinaciones, respaldándose siempre en la exactitud matemática y en la precisión geométrica (sin embargo, como se verá más adelante, falla inexplicablemente al tratar de ubicar, dentro de los cuadros numerados de la película Zapruder, la famosa y correspondiente fotografía de James Altgens).
Y alrededor del magnicidio hay fotografías, y sospechosos, y películas, y testigos, y declaraciones.
De entre todo ello, lo más rescatable, desde mi perspectiva, se reduce a dos dudosísimos elementos, ambos ópticos:

La película Zapruder, y la fotografía Altgens, justamente.

Hasta el día de su muerte, Abraham Zapruder sostuvo que él filmó el avance de la limousina desde que ésta, viniendo sobre la calle Houston, viró a su izquierda sobre la calle Elm, dejando a sus espaldas el edificio Daltex (señalado como el nuevo punto desde donde se efectuaron los disparos), y a su derecha el Texas School Book Depository (el nido de Oswald, según las conclusiones de la Comisión Warren, en 1964).
Desgraciadamente, la película Zapruder que todos conocemos… al parecer está editada. La que hemos visto en el internet los simples mortales, o mejor dicho, la que las altas esferas nos han dejado ver, comienza mostrándonos a dos o tres motociclistas dando vuelta hacia Elm Street. Segundos después aparece la limousina avanzando ya de lleno sobre dicha calle, como si hubiera aparecido de pronto, de la nada (cuadro 133). No vemos justo cuando inicia su viraje viniendo sobre la calle Houston (algunos teóricos afirman que ahí fue donde se escucharon los primeros disparos; por eso el daño a los cuadros de las películas de Towner y Hughes).
Se ha dicho hasta el cansancio que las altas esferas gubernamentales de aquellos ayeres ordenaron la manipulación de algunas escenas de los mentados cortometrajes, por mostrar éstos posibles evidencias incriminatorias, como una conspiración.

La película y la limousina continúan avanzando.
Sus seis ocupantes se muestran tranquilos. Tres coches oficiales los siguen. El Sol los cubre a todos con su velo de luz. Las vallas humanas aplauden el paso de la comitiva. Jackie le sonríe a la multitud. John Kennedy saluda. Poco antes de desaparecer tras un anuncio callejero, el presidente Kennedy alza su mano derecha y mira hacia ese mismo lado, sonriendo (cuadros 160-202).
Unas fracciones de segundo adelante, el famoso anuncio Stemmons way se traga al vehículo y a sus ocupantes. Al hacerlo, evita el contacto de la cámara con los pasajeros del automóvil Ford Lincoln Continental modelo ’62, placas GG 300. Detrás del anuncio sólo alcanzamos a ver la punta del gorrito rosa mexicano de la entonces primera dama de aquel país, y un fragmento de la resplandeciente y amplia frente del gobernador texano John Connally, quien mira hacia el frente. Cuando el vehículo oficial comienza a emerger detrás del anuncio, primero vemos los parpadeantes y rojizos fanales delanteros y las banderitas que ondean a los flancos del vehículo azul oscuro (cuadro 210), luego aparecen el copiloto y el chofer (Roy Kellerman, y William Greer, respectivamente), el gobernador Connally y Nelly, su mujer (cuadro 223), luego Jackie Kennedy, y entonces, el presidente. Y es ahí cuando vemos algo dramático: en un acto reflejo, John F. Kennedy se lleva ambas manos a la altura de la garganta (cuadro 226) mientras que en el rostro de Connally se desdibuja una mueca de dolor. El automóvil continúa avanzando. Nelly Connally mira al presidente. Con su mano derecha, el primer mandatario trata de tapar el agujero que le abrió la bala en la garganta, para así poder respirar y al mismo tiempo, detener la hemorragia, mientras que con la izquierda procura aflojarse la corbata, en un desesperado intento por permitir y facilitar la entrada de aire a sus lacerados pulmones.
Como no entendiendo del todo la situación, la enguantada mano izquierda de Jackie se posa suavemente sobre la muñeca izquierda de su marido (cuadro 253), como para preguntarle qué le sucede, o como para llamar su atención. Aún no sabe que su marido agoniza. Zapruder sigue filmando.

Un segundo después de que ese primer disparo resonara, cuando ambos brazos del presidente Kennedy ya han iniciado su ascenso hacia la garganta, y a varios metros frente al automóvil presidencial, el fotógrafo James Altgens bajó de la banqueta y disparó su cámara, congelando ese momento para siempre. La limousina parece ir directo hacia él. La llanta delantera izquierda pisa un buen tramo de una de las líneas limitantes blancas dibujadas sobre el asfalto. La mano izquierda de John F. Kennedy ya está a la altura de la garganta, en su intento por aflojar la corbata, es decir, acaba de recibir un impacto de bala. La mano izquierda de su esposa está a punto de apoyarse sobre el trajeado brazo de su marido. Detrás del vehículo presidencial, los guardaespaldas miran hacia atrás y hacia el presidente. Los motociclistas, atónitos, a ambos lados del vehículo, reaccionan igual. La instantánea además revela a John Connally en el proceso de girar la cabeza hacia su derecha, tratando de ver a su distinguido visitante.
El automóvil prosigue su marcha, como el lenta procesión. La mano derecha del presidente de los Estados Unidos comienza a descender, quizá comprendiendo que todo es inútil. Su rostro, adusto y pálido, mira hacia abajo y no proyecta emoción alguna. Zapruder logra captar todo ese drama. Ahora el presidente Kennedy comienza a dejarse ir hacia la izquierda, hacia su mujer, como buscando su regazo en busca de protección. Todo esto sucede no antes del cuadro 252 de la famosa película (invalidando la teoría de Ken en la que afirma que la fotografía tomada por James Altgens es la equivalente al cuadro 210 de la película Zapruder, lo que no es posible, ya que las manos de Jackie jamás tocan al presidente entre los cuadros 133 y 258, o quizás, algunos más adelante).
La película sigue corriendo, en un set verdaderamente escalofriante. El coche avanza, a su alrededor vemos el verdor del pasto, y personas borrosas, y sombras largas, fantasmagóricas, y postes de luz. Ambas mujeres, conscientes de la situación, tratan de reconfortar a sus respectivos cónyuges. Nelly Connally recuesta al herido gobernador sobre su regazo. Las rosas rojas y amarillas se agitan entre ambas parejas.
El coche presidencial parece aminorar la velocidad hasta llegar casi al alto total, y ahora éste pasa justo frente al albo pedestal donde Abraham Zapruder lleva media hora de pie, sólo que ahora continúa oprimiendo el gatillo de su cámara.
Y de pronto… la cámara nos muestra lo inenarrable: la cabeza del presidente Kennedy se convierte en una masa rojiza de sangre, tejidos, humo, hueso, cabello y cortezas (cuadro 313). Una especie de globo inflado, rojo, se le desprende del cráneo y reposa sobre su mejilla derecha. El presidente luego realiza un rápido movimiento hacia adelante, seguido de un brutal chicoteo hacia atrás y hacia su izquierda. El globo rojo refulge bajo el Sol. La bala ha hecho su demoledor trabajo. La cabeza de John Kennedy es una calabaza partida en dos. La limousina cobra velocidad y se abalanza hacia el túnel, rumbo al Hospital Parkland. Jackie, al ver un pedazo de materia craneal color rosa aterrizando sobre la cajuela de la limo, hace esfuerzos por recobrarlo (cuadro 343) y por mantenerlo en su mano enguantada. El guardaespaldas Clint Hill se trepa a la limousina por la parte trasera para escudar a Jackie y al moribundo presidente con su cuerpo. Zapruder sigue filmando. Pocos segundos después, la limousina desaparece al ingresar al túnel (cuadro 470). Atónito, al perder contacto con el vehículo, Zapruder deja de oprimir el gatillo de su cámara.

Si alguien decidiera reabrir la investigación y lograra reubicar la limousina en el sitio exacto que nos muestra la fotografía de Altgens, y además establecer el cuadro paralelo preciso en la película Zapruder (no es el 210, eso es un hecho comprobable, sino uno entre los cuadros 253 y 280, según mis cálculos), podría abrir una rendija más que acerque al pueblo norteamericano a la verdad en esta exhaustiva investigación que está a punto de cumplir sus primeros 50 años de vida.
No se me ocurre otra cosa.
Bueno, sí, pero, es algo fantasiosa:
Quizá en un futuro no muy lejano, cuando la tecnología óptica nos permita hacer cosas que hoy ni siquiera imaginamos, y más nos vale que sea antes de que algún meteorito a la deriva cósmica desintegre nuestro planeta con nosotros dentro, algún estudioso del tema Kennedy logre conseguir y luego sumergir una copia íntegra de la película Zapruder (hay quien asegura que existe un par de copias así en algún lugar del mundo: sin cortes, sin ediciones, sin manchas extrañas ni rayones bizarros en cuadros de vital importancia) en un líquido maravilloso y luego, una vez impregnada con ese mágico elíxir, pueda montarla en un súper proyector de última generación al que el operador ya le ha programado dos únicas pero contundentes tareas:
1.- Que la película corra en cámara ultra lenta.
2.- Que todos los objetos metálicos que superen los 200 kilómetros por hora (balas, básicamente, con especial énfasis en las disparadas por un rifle Mannlicher Carcano, como el que supuestamente utilizó Oswald ese día), vayan dejando tras de sí y a simple vista, una fina estela color rojo intenso y brillante. Las trayectorias quedarían al descubierto.
Sencillo, ¿no?
No habría más que contar las diminutas líneas rojas que nos fuera mostrando la pantalla para saber, sin temor a equivocarnos y de una vez por todas, cuántos disparos resonaron ese día en Dealey Plaza bajo el Sol texano, de dónde salieron éstos, y su punto preciso de impacto, para constatar si hubo o no, la tan cacareada pero nunca confirmada… conspiración.

Balas sobre Dallas

Ideas sueltas para resolver un crimen aparentemente bien amarrado.
Y que conste que no llevo comisión, como Warren.

Ignacio Ernesto Jaime Priego
Enero de 2010 

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