miércoles, 15 de junio de 2011

Túmbate esa timba como de tambo

Dietas van y dietas vienen.
¿Y los kilitos?… se mantienen.
Que ésta, que aquélla, que la de moda.
¿Y los resultados?... Arregladitos, como pa’ ir de boda (como dijera Serrat), es decir, casi siempre efímeros, y en ocasiones, incluso, negativos y contraproducentes: los llenitos y las rechonchitas siguen igual o peor de gorditos, sólo que ahora con un hambre atroz.
Y ahí los ve uno en los gimnasios, sude y sude y sude, tratando de deshacerse de esos gelatinosos y gruesos cinturones subcutáneos que lucen alrededor del abdomen, y cuando llega el momento de enfrentarse a la báscula… ¡Horror!… no sólo no bajaron, sino que hasta subieron unos gramos; incluso, las zonas gelatinosas… a la menor provocación ejecutan una coreografía hawaiana inspirada en el flan de coco.
Y brotan las excusas; los pretextos; los lavados de cerebro; los intentos por auto-engañarse:
– Ha de ser todo el sudor que se quedó en la sudadera – dicen unos.
– Lo que pasa es que hoy me traje mis tenis importados, y con eso de que tienen hasta conexión a internet, iPod y fax integrado, pues pesan más que los convencionales – afirman otros.
– Sí peso más, pero es puro músculo.
Ahá.
– Esta maldita báscula ya se descompuso otra vez.
 Claro.
– Qué raro; en mi báscula peso diez kilos menos.
Por supuesto.
– Lo que pasó es que ayer me pesé con todo y la bola de boliche.
Seguro.
Albricias.
Afortunadamente está por salir al mercado el primer libro de la dietóloga e instructora aeróbica más renombrada del mundo, la hindú Bajhayala Tihmba, títulado ‘Sólo a los coches deportivos se les ven bien las llantotas’.

En él, Bajhayala nos recuerda que las dietas nacieron a la par con ese dicho tan mexicano de… ‘Me vale bolillo’, expresado por aquel paisano que encara la disyuntiva de servirse, o no, su tercer o cuarto plato de pozole; de pedir, o mejor ya no, su quinta torta de chorizo; o de solicitarle al taquero, o de plano rajarse, ‘otros 15 al pastor mi buen, con todo’… y como el mexicano jamás de los jamases se raja…
– ¿Y tu dieta? – le recuerda a su galán dulcemente Zully, su acompañante, poniendo ojitos de Bambi, para agregar (sumida en la peor de las aflicciones)… – Te va a hacer daño comer tanto, Ulises Archimboldo, luego no vas a aguantarte el santo retortijón estomacal.
– La dieta me vale bolillo – replica el querubín, retador, y expone sus motivos  – es que estoy que rujo de hambre, ya ni siento el píloro; además, para eso soy hombre: pa’ aguantarme.
Dicho y hecho. El santo señor se sirve ese plato pozolero de más; se deja pedir su quinta torta de chorizo, y le solicita al taquero los otros 15 al pastor con todo, y de una vez, con doble tortilla. Claro, a la hora del amor, él se queda dormido, ella, despierta y soportando toda clase de efluvios y ruidos corporales.

Mas no todo está perdido.
De ninguna manera.

He aquí, para todos ustedes, un adelanto, una botanita baja en calorías del libro que será la neta de la dieta, la neta y la meta de la dieta, la dieta madre que habrá de repercutir, de paso y de manera muy positiva, en su vida sexual.
Les presentamos aquellas – y sólo aquellas – que han demostrado ser las mejores en ambos campos, por sus óptimos grados de eficacia, gramo por gramo, en los exclusivos y exigentes círculos del jet set internacional que han puesto a Bajhalaya en los cuernos de la Luna, que por cierto, ahora se ven más esbeltitos:

(En estricto orden alfabético):

La dieta de las aves:
De entrada, olvídense de Pingüinos y de Gansitos y demás aves



rellenitas y cremositas. Olvídense también de bebidas como la famosa ‘paloma’ (que lleva tequila y refresco de toronja), y mejor concéntrense en los calditos de pollo y en las pechuguitas asadas. En menos de lo que canta un gallo ustedes escucharán las siguientes exclamaciones avícolas, tanto de ellas, como de ellos:
– ¡Ave María!… Estelita parece carretera… ¡Mira nomás uqué curvotas!
O bien…
– Oye, yo sí me aventaba un pollito con papas con Eleuterio, manita.
– ¿O sea, poninas dijo popochas?
–Exactly correctly.

La dieta del ajedrez (especial para su pareja):
Señora, si su marido o su novio comen como reyes (de todo y mucho) o como peones (de casi nada y poco), usted, como la reina de la casa, jaquéeles esa hambre atroz con la dieta del caballo: déles pura alfalfa, en la mañana, en la tarde y en la noche, y si se les antoja un postre, ¡qué tal una gelatina de alfalfa! Al mes presenciará usted el siguiente cuadro: su esposo o novio tendrán la fuerza y la figura de un pura sangre árabe, relincharán impetuosos y usted les pedirá a gritos que se la lleven de ‘caballito’ a la alcoba nupcial.

La dieta deportiva:
Esta dieta no falla.
Los domingos, cuando se enfrenten Chivas-Águilas, o Cruz Azul -Pumas, apáguenle el televisor a sus hombres a medio juego y sálganse al patio o al balcón. Los ahí presentes comerán tantas ansias por conocer el resultado final del clásico que ya no se les antojarán las carnitas que trajo el compadre, ni los sopes que preparó la comadre, ni por supuesto, eso que preparó la anfitriona, por lo que a media temporada sus goleadores ya no lucirán cuerpos de balón, sino más bien de asta de banderín de corner. Y ustedes, queridas amigas, verán cómo se les arma la melé en el área chica.

La dieta de las donas:
Si eres de las que no perdonan el postre luego de una opípara comida, o cena… pídete unas gruesas, deliciosas y rechonchas donas (glaseadas, de chocolate, rellenas con crema Chantilly), y una malteada de vainilla, grande; cuando lleguen hasta tu mesa… se las donas gentilmente al comensal de junto, y listo.
Para la siguiente quincena vas a tener el cuerpo que tenía la cantante Madonna en 1973. Tu marido recordará esa tonada de Like a virgin, en cuanto te vea.

La dieta de la flauta y el pan:
Si es usted de los que no pueden ver flautas esquineras porque sus glándulas salivales se excitan como quinceañero en su primera ida al cine con la chamaca más fogosa del salón, o cualquier pieza de panadería sin dejarse pedir al menos una docena ‘para comer aquí, y otro tanto para llevar’, esta es la dieta a seguir:
En vez de zamparse todo eso, vaya a cualquier casa de música (Veerkamp, por ejemplo) y cómprese una flauta… de pan.
Así, en vez de soplarse media docena de flautas y de panes, ahora se va a pasar las horas tratando de aprender cómo soplarle al instrumento.
En unos cuantos meses va usted a lucir una figura espiritifláutica, es decir, ahí está el pan. Y en una de esas, a su mujer también le nacen unos irrefrenables deseos por soplarle al instrumento.

La dieta de las horas:
Esta dieta es súper recomendable para todos aquellos que gustan de comer a todas horas. Sincronicen sus relojes y cuando su pareja les pregunte que qué hay de desayunar, de comer o de cenar, ustedes díganle:
Ora te toca agua; ora te toca té; ora no te toca nada; ora te toca un yogurt, etc.  A las pocas horas van a lucir un cuerpo de minutero de reloj de pared, y con un poco de suerte… hasta de segundero. Entonces usted le dice… Ora te toco yo; usted lo toca, él la toca a usted… y corre tiempo.

La dieta de la manzana:
Bastan cinco manzanas al día, durante un año, para lucir un físico como de Vaquerita de Dallas, o como de modelo italiano de suéteres Scappino.

El secreto no está comerse las manzanas… sino en correrlas, a toda velocidad.
Me refiero por supuesto a las manzanas urbanas, a las cuadras de las grandes ciudades (propongo la colonia Polanco, Tecamachalco o las Lomas, en donde hay cuadras, hasta de caballos).
Ubican la manzana de su gusto, le dan cinco vueltas, seguiditas, sin descanso. ¡Ah!, y si los viene persiguiendo un Gran Danés (perro), mejor.
Ya verán ustedes que en menos de un año y gracias a las manzanas, van a poder verse como se ven nuestra madre Eva y nuestro Padre Adán en los cuadros renacentistas. Y al verse así, nomás se quitan las hojitas de parra… ¡y a disfrutar del paraíso!

La dieta de la nuez:
Si usted es un fanático de la nuez de la India, por sabrosa, salada y grasosa, pues entonces imagine, pero sólo imagine, que come kilos y kilos de ella, pero en lugar de ello, bébase un Yakult, o un Danone, o un Club de fresa, frente a un espejo para que vea cómo sube y baja la nuez de Adán. Al día siguiente… va de nuez.
En unas cuantas semanas, y claro, al sentirse tan ligero, usted querrá echarse una cascarita con su mujer.

La dieta de la paella:
Si eres un fan de la paella valenciana, invita a tu novia a un buen restaurante español y pídele una orden de paella al mesero; cuando éste llegue y te comience a servir, coméntale:
– Mi estimado, muy claramente te pedí pa’ ella (y señálele a su novia); pídale entonces un juguito de carne pa’ usté (recuerde que está en restorán español), o una ensaladita de pepinos. Unas cuantas saliditas de esas y tú partirás plaza luciendo el cuerpo que tenía el Juli cuando era novillero, y al verte así, tu Manola te pedirá a gritos que le pongas un par de banderillas, o que al menos le des un par de chicuelinas… ¡Y olé!

La dieta de los palillos chinos.
Si tu pareja está de a tiro muy pasada de kilos, lo ideal para ella es la dieta de los palillos chinos. Llévala a un restorán de comida china y pídele una generosa porción de arroz chino, al vapor, pero con palillos… de dientes. Al ver que está en chino pescar los granitos de
arroz, tu pareja se hartará y querrá irse del lugar. En un chico rato ella lucirá un cuerpo como de figura de porcelana china y tú te habrás ahorrado una fortuna.

La dieta de la papaya:
Si los obesos de casa fueran los hijos, es recomendable que éstos se sometan a la dieta de la papaya. Y cuando su padre les pregunte si ya desayunaron, comieron, cenaron o empacaron entre comidas, los chamacos sólo tendrán que responder… ‘papá, ya’, y asunto arreglado. Ya verán que al grito de ya, van a lucir un cuerpo escultural, convirtiéndose en los chicos más sexys de la secundaria o preparatoria. Hasta la maestra de anatomía querrá con ellos.

La dieta de la pasta:
¿Es usted un aficionadazo a las pastas italianas?
¡Mama mía...!
A partir de hoy mismo, en vez de ir al restaurante ‘La bella Italia’, o al ‘Caruso’, vaya mejor a la farmacia y pida pasta… pero de dientes, de marca italiana, de preferencia (Fresquini, o Colgatelo, o Sensodini, o Crestini); regrese a casa, beba toda el agua que pueda, e inmediatamente después lávese los dientes con la pasta recién comprada; así, su paladar seguirá en contacto con la pasta italiana,
mientras que su cuerpo comenzará a sentir las bendiciones de la ligereza abdominal.

Le aseguramos que en menos de quince días, y gracias a la pasta, usted tendrá pretendientes o pretendientas, si no a pasta, sí a pasto.


La dieta del ‘pato  L’orange (a la naranja)’:
¿Es quincena?
Maravilloso.
Vaya usted a un buen restaurante francés cuya especialidad sea el pato a la naranja. Ordénelo (con su vasta guarnición complementaria), y cuando el mesero se lo traiga, dígale usted que todo era una broma, que en realidad lo que usted quería era hacérselo pato; cancele entonces esa orden y pídale que mejor le traiga una simple, vil, vulgar y deliciosa naranja, ya sea partidita, o en juguito, y sin guarnición. Pato a la naranja, ni más, ni menos.
Si es soltero, pronto encontrará a su media naranja, claro, siempre y cuando no se haga pato.

La dieta de la Pizza:
Si en el restorán italiano todos optan por pedir una mega pizza, tú… olvídate de la pizza, y mejor ‘pizza y corre’ rumbo al refri de tu casa a prepararte una ensalada verde, y varios vasos de agua.
En poco tiempo tendrás el perfil de un pizza… rrón de escuela rural, o de ficha de dominó, por lo que todas las chicas querrán… o hacer la sopa contigo, o seguirte, o de plano ahorcarte la de seises.

La dieta del Platón:
Cada vez que se te antoje un platón de frijoles charros caldositos, con tocino y chorizo, o un platón de quesos, chistorra, salami,
morcilla, jamón serrano y demás carnes frías, no comas… piensa en Platón, el filósofo griego. Emula el modelo contemplativo del griego y dedícate a contemplar la comida. En unos cuántos meses vas a estar tan delgado y tan relajado por la filosofía, que todos pensarán que eres de los que no rompen ni un plato, mucho menos un  platón, y entonces sí: adiós filosofía y a darle filo a Sofía.

La dieta de la sabanita invierno:
Cuando se presenten las heladas noches invernales, váyase a la cama sin cenar y tápese con una modesta sabanita (mientras más delgadita, mejor); a eso de las tres de la madrugada le va a entrar un frío tan perro, tan crudo y tan paralizante, que el hambre como de damnificado cancunense pasará a segundo, o incluso a tercer término.
En un tris usted pesará casi lo mismo que Mahatma Gandhi, por lo que hasta la vecina se querrá ensabanar con usted.

La dieta de la sal:
Si en verdad estás interesado en bajar de peso, entra al  restaurante de fritangas mexicanas más caro que conozcas, pídele al mesero los platillos más condimentados del lugar (no sé, un alambre de chorizo, o un platón de quesadillitas, taquitos, quesitos, jamoncitos y aceitunitas rellenas, o una orden de gorditas de chicharrón prensado, por mencionarte tan sólo tres ejemplos).
Algunos minutos después, cuando veas que ya se acerca el mesero con tu platillo… sal, sí, sal inmediatamente de ahí; sal corriendo, o sal caminando, pero sal.
Si el mesero te sigue, mejor; quemarás calorías extras. No te detengas hasta llegar a tu casa.
Piensa que si haces esto una vez a la semana, en unos cuantos días tendrás las mismas medidas que tenía Sal Sánchez en su plenitud, por lo que no habrá chica que no quiera echarse un round o un  clinch contigo.

Esta otra es ideal para las grandes reuniones, para los magnos eventos:


La dieta de la salsa:
Chicas, olvídense de la salsa mexicana, o de la de cacahuate, o de la salsa borracha, o de la inglesa… y pónganle mucha atención a la música salsa, al ritmo salsa (personalmente les recomiendo la amplia discografía del fino, finado y afinado Tito Puente), o dicho de otra forma: ejerciten todo el cuerpo… no nada más las mandíbulas.
Pronto presumirán una cinturita de abeja… ¡Y a picar se ha dicho!

La dieta del sol:
No tienen ustedes que echarse al Sol como lagartijas de pueblo para deshacerse de esos kilitos de más.
Para nada.
Esta dieta consiste en arrojar una moneda al aire y decir: ‘si cae águila, me tomo diez vasos de agua al día, y si cae sol, pues que sean veinte’. Al rato van a ser diez o veinte chicos o chicas los que anden tras sus bien torneados huesitos.

La dieta de la sopa:
Si te da hambre, haz la sopa… pero la sopa del dominó. Mientras más sopas hagas, mejor, vas a tener brazos de pesista y cintura de clavadista. Durante la ronda, pídete una ronda, pero de vasos de agua. ¡Uy!, en un mes vas a lucir cuerpo de sopa de fideo, y todas querrán probar tu sazón.

La dieta del taco:
Durante las 28, 30 o 31 noches de los doce meses de un año, ustedes pueden ir a cualquiera de sus taquerías favoritas, y echarse todos los tacos que puedan, gusten y ordenen… siempre y cuando éstos sean puros tacos de ojo.
Para hacer menos penosa la experiencia, pídanle al mesero una botella de agua natural, o en su defecto, una de agua mineral, y entonces sí, dedíquense a echarse unos tacotes de ojo con los alambres de bistec, tocino y queso que pidió el paisano de junto, o, las combinaciones de chuleta, sirloin y arrachera que ordenó la de al lado (con sus respectivos refrescos de cola), o de perdis, unos tacos de ojo si es que alguna piernuda, pechugona o tambochera se presenta en el local luciendo tremenda y transparente minifalda o blusita.
En 15 días parecerán tacos, pero de billar y las chicas querrán jugar a la carambola con ustedes y en una de esas, hasta querrán embuchacárselos.

La dieta del tomate:
Sin lugar a dudas, esta es la reina de las dietas.
Cuando su pareja les pregunte… ‘vieja, ¿qué me das para llenarme el huequito?’ ustedes respóndanle: ‘toma té’, de manzanilla, o de hierbabuena, o de gordolobo, uno tras otro, hasta llenar el mentado huequito. En menos de lo imaginado, sus consortes van a lucir cuerpos tipo regla T. Y entonces díganles; ‘ahora sí, tóma… me’. Y entonces sí, salud y voy pa’ dentro.

Y como dice Bajhayala Tihmba en el cierre del último capítulo de su libro ‘Si no quieres tener tantas llantas, no yantes tanto’:

–‘Guerra a la gordura con dietas y cordura.
Batalla frontal a la lonja con juguito de toronja.
A lucir cuerpo de dancer,
y a darse de baja de la odiosa, pesada y engorrosa División Panzer’.
   

          Túmbate esa timba como de tambo

          … (para que no te tumbe,
            ni te mande a la tumba).

                                    Para los que me caen gordos.
  
                                     Ignacio Ernesto Jaime Priego.
                                         Octubre de 2002.

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